La agencia estatal de meteorología de España reconoce en su página oficial que actualmente más de 50 países, incluyendo España, llevan a cabo actividades sobre la modificación artificial del clima.

Los primeros en darse cuenta de la modificación artificial del clima fueron los agricultores. En el año 90, comienzan a movilizarse y a manifestarse contra esta manipulación, que está arruinando sus tierras, su forma de vida y su futuro. 

3000 agricultores protestan en Murcia contra los aviones que espantan la lluvia, según el diario ‘El País’ del 17 de octubre de 1994. 

Además, los agricultores de Soria denuncian el robo de nubes por aviones piratas, reportado por el diario ABC el 23 de octubre de 2006.

Los objetivos de la geoingeniería y sus consecuencias en la agricultura de España, donde se ha aplicado durante 42 años, incluyen la venta de semillas transgénicas resistentes a las sequías y a los productos con los que fumigan los cielos de España. 

Esto ha llevado a la pérdida de variedades de semillas autóctonas, que han evolucionado con los agricultores en un clima natural durante los últimos tres mil años.

La situación ha causado ruina en la economía del agricultor, con mayores costes en producción, semillas, fertilizantes, combustibles, maquinarias y horas laborables. 

La baja calidad de los cereales, debido a que no han granado o madurado bien, ha resultado en pérdida de cosechas. 

Las sequías puntuales o los golpes de calor en marzo y mayo afectan gravemente a los campos de cereales, y las precipitaciones de granizo, formadas por los productos con los que fumigan la atmósfera, arruinan cosechas enteras de cereales, olivares, frutales y huertas.

Las heladas a destiempo en primavera y otoño, originadas por la eliminación de frentes de nubes, afectan a los frutales, arruinando cosechas enteras. 

Las nevadas artificiales seguidas de días con temperaturas por debajo de los 15 grados bajo cero han matado olivos y frutales y destrozado árboles en parques públicos, como se vio con la famosa nevada Filomena.

Las tierras agrícolas contienen altos porcentajes de escamas de aluminio, un metal que destruye la vegetación y deja estéril la tierra para la agricultura. 

Las muestras de agua de lluvia revelan altos valores de aluminio y otros metales, así como tierra de diatomeas. 

Esta contaminación hipoteca y amenaza con la extinción a medio plazo de la agricultura en España, un sector vital para el mundo rural y la alimentación mundial.

Esta primavera de 2022 no es muy diferente a las últimas 30 que hemos padecido; no ha llovido ni la mitad de lo que llueve en una primavera normal. 

En mayo, un mes crucial para los agricultores, sólo ha llovido un 5% de lo habitual. En el centro de España, sólo han caído 0.7 milímetros de lluvia por metro cuadrado, comparado con los 49.28 milímetros por metro cuadrado de la media en la década de los 70 en la estación meteorológica del aeropuerto Madrid-Barajas.

Se han registrado temperaturas extremas, con termómetros marcando 49 grados centígrados, una temperatura inusual en la península ibérica. 

También se han observado noches frías debido a cielos despejados sin nubes por las fumigaciones realizadas durante el día. 

En resumen, los agricultores de España enfrentan un año más de dificultades, pero esta vez no pueden atribuirlo a causas naturales. 

Se trata de un plan internacional premeditado y ejecutado desde los años 50 del siglo pasado, aceptado y dirigido por los políticos desde 1980. 

Se insta a la población a ser consciente de lo que está ocurriendo y no ser cómplice de estas acciones.